sábado, 22 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 10 "Cristianismo Pagano"

CAPÍTULO 10 Una Segunda Mirada al Salvador: Jesús, el Revolucionario Si el cristianismo ha de recibir un rejuvenecimiento, deberá ser por otros medios distintos de cualquiera de los usados actualmente. Si la iglesia de la segunda mitad de este siglo ha de recuperarse de las heridas que sufrió durante la primera mitad, deberá aparecer un nuevo tipo de predicador. El hombre correcto, tipo “líder de sinagoga”, jamás resultará. Tampoco el tipo de hombre sacerdotal que desempeña sus funciones, recibe su paga y no hace preguntas, ni el tipo pastoral de mucha labia que sabe cómo hacer que la religión cristiana sea aceptable para todos. Todos estos han sido probados y han sido hallados faltos. Debe surgir otro tipo de líder entre nosotros. Debe ser del tipo del antiguo profeta, un hombre que ha tenido visiones de Dios y ha oído una voz del Trono. Cuando aparezca (y pido a Dios que no sea uno sino muchos), se opondrá abiertamente a todo lo que atesora nuestra civilización chata y complaciente. Contradirá, denunciará y protestará en el nombre de Dios y se ganará el odio y la oposición de un gran segmento de la cristiandad. A.W.B.Tozer Jesucristo no es solamente el Salvador, el Mesías, el Profeta, el Sacerdote y el Rey. Es, también, el Revolucionario. Sin embargo, pocos cristianos lo conocen como tal. Sin duda, algunos de mis lectores han luchado con este pensamiento mientras leían este libro: “¿Por qué tienes que ser tan negativo acerca de la iglesia moderna, Frank? Jesús no es una persona que critica. Es tan poco característico de nuestro Señor hablar de las cosas malas de la iglesia. ¡Centrémonos en lo positivo y pasemos por alto lo negativo!”. (Conozco perfectamente este razonamiento, lo he oído, me lo han dicho a mí) Estos sentimientos tan elevados demuestran un desconocimiento total de Cristo como maestro revolucionario, profeta radical, predicador provocativo, polemista, iconoclasta y oponente implacable del sistema religioso establecido. Frank lo dirá de uno y mil modos, seguramente, pero yo no puedo resistir hacerlo ahora: cuando leemos en la Palabra que debemos ser imitadores de Cristo, ¿Qué entendimos? No sé tú, pero yo hace mucho tiempo que entendí que, entre otras cosas, es ser esto que Él fue. Reconozco que nuestro Señor no es una persona crítica ni dura con los suyos. Está lleno de misericordia y bondad, y ama a su pueblo apasionadamente. Sin embargo, es precisamente por esto que es celoso de su Esposa. Y es por eso que no transigirá con las tradiciones inquebrantables a las que su pueblo ha sido esclavizado. Tampoco pasará por alto nuestra devoción fanática a ellas. Considere la conducta de nuestro Señor mientras estuvo en la tierra. Jesús nunca fue un agitador ni un rebelde vociferante. Pero desafió constantemente las tradiciones de las escribas y los fariseos. No lo hizo accidentalmente, sino con gran deliberación. Los fariseos fueron quienes, en aras de la “verdad” que veían, intentaron extinguir la verdad que no podían ver. Esto explica por qué siempre había una tormenta de controversia entre la “tradición de los ancianos” y los hechos de Jesús. Alguien dijo una vez que “un rebelde intenta cambiar el pasado; un revolucionario intenta cambiar el futuro”. Jesucristo trajo un cambio drástico al mundo. Un cambio en la visión que el hombre tenía de Dios. Un cambio en la visión que Dios tenía del hombre. Un cambio en la visión que el hombre tenía de la mujer. Nuestro Señor vino a traer un cambio radical al viejo orden de cosas, reemplazándolo por un nuevo orden. Vino a presentar un nuevo pacto, un nuevo reino, un nuevo nacimiento, una nueva raza, una nueva especie, una nueva cultura y una nueva civilización. Al leer los evangelios, fíjese en su Señor, el Revolucionario. Vea cómo hace entrar en pánico a los fariseos despreciando intencionalmente sus convenciones. Jesús sanó repetidamente en el día de reposo, rompiendo abiertamente la cara tradición de ellos. Si el Señor hubiera querido aplacar a sus enemigos, podría haber esperado al domingo o lunes para sanar algunas de estas personas. En cambio, sanó deliberadamente el sábado, plenamente consciente de que sus oponentes se pondrían furiosos. Este patrón está muy arraigado. En una ocasión, Jesús sanó a un ciego mezclando barro con saliva, colocándolo sobre los ojos del hombre. ¡Esto era un desafío directo a la ordenanza judía que prohibía sanar el día de reposo mezclando barro con saliva! Sin embargo, su Señor hizo trizas deliberadamente esta práctica públicamente y con plena determinación. Obsérvelo comer sin lavarse las manos bajo la mirada crítica de los fariseos, un nuevo desafío a su tradición fosilizada. En Jesús tenemos a un Hombre que rehusó ceder ante las presiones de la conformidad religiosa. Un Hombre que predicó una revolución. Un Hombre que no toleraba la hipocresía. Un Hombre que no temía provocar a quienes suprimían el evangelio libertador que trajo para liberar a los hombres. Un Hombre al que no le importaba suscitar el enojo entre sus enemigos, llevándolos a alistarse para la batalla. ¿Qué quiero decir? Lo siguiente: Jesucristo vino no sólo como Mesías, el Ungido de Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud de la caída. No vino sólo como Salvador, pagando una deuda que no debía para lavar el pecado de la humanidad. No vino sólo como Profeta, confortando a los afligidos y afligiendo a los confortables. No vino sólo como Sacerdote, representando al hombre ante Dios y representando a Dios ante el hombre. No vino sólo como Rey, triunfante sobre toda autoridad, principado y poder. Vino también como Revolucionario, deshaciendo el viejo odre con el propósito de introducir el nuevo. ¡He ahí tu Señor, el Revolucionario! Para la mayoría de los cristianos, esta es una nueva perspectiva de Jesús. Por lo tanto, exponer lo que está mal en la iglesia moderna para que el Cuerpo de Cristo pueda cumplir la intención última de Dios es simplemente una expresión de la naturaleza revolucionaria de nuestro Señor. El objetivo fundamental de esa naturaleza es ponerlo a usted y a mí en el centro del corazón palpitante de Dios, en el centro de su propósito eterno, un propósito para lo cual fue creado todo. (Comparto, adhiero; yo nunca lo habría podido decir tan claramente. Gracias, Frank.) Lo que se necesita, entonces, es una revolución dentro de la fe cristiana. Los movimientos de renovación no lo producirán. Los avivamientos tampoco. Hemos tenido bastantes de estos en los últimos cincuenta años. (Podría agregar que son reciclados cada cinco años.) Los movimientos de renovación y los avivamientos nunca han sido lo suficientemente potentes como para romper la tremenda inercia de la tradición religiosa. Renovar e inventar nuevas formas para la iglesia es como cambiar la ropa de un maniquí. Hacer esto nunca le dará vida, no importa cuán avanzada sea la prenda. No, ¡hay que poner el hacha a la raíz del problema y encender una revolución! Lo que se necesita es trastornar completamente nuestras actuales prácticas cristianas. Todas las tradiciones que no encuentren sustento en la Biblia deben ser abandonadas para siempre. Necesitamos empezar de nuevo… desde cero. Menos que esto no servirá. Si usted es un discípulo del Revolucionario de Nazaret… el Mesías Radical que aplica su hacha a la raíz, terminará suscitando una pregunta específica. Es la misma pregunta que les hicieron a los discípulos del Señor mientras anduvo por esta tierra. Esa pregunta es: “¿Por qué quebrantan tus discípulos la tradición de los ancianos?” A la luz de esta pregunta, el próximo capítulo es el más importante de todos. Un verdadero radical tiene que ser un hombre de raíces. En palabras que he usado en otro lugar: “El revolucionario puede ser un ‘extraño’ en cuanto a la estructura que quiere ver colapsar; por cierto, debe colocarse fuera de ella. Pero el radical va a las raíces de su propia tradición. Debe amarla: debe llorar sobre Jerusalén, aun cuando tenga que pronunciar su condena”. John A. T. Robinson

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