sábado, 22 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 7 "Cristianismo Pagano"

CAPÍTULO 7 Diezmos y Salarios del Clero: Puntos Sensibles en la Billetera A diferencia de muchos, nosotros no somos de los que trafican con la palabra de Dios. Pablo de Tarso “¿Acaso roba el hombre a Dios? ¡Ustedes me están robando! Y todavía preguntan: ¿En qué te robamos? En los diezmos y en las ofrendas. Ustedes la nación entera están bajo gran maldición, pues es a mí a quien están robando. Traigan íntegro el diezmo para los fondos del templo, y así habrá alimento en mi casa. Pruébenme en esto dice el Señor Todopoderoso, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde”. Este pasaje de Malaquías capítulo 3 parece ser el texto bíblico favorito de muchos pastores. Especialmente cuando las donaciones de la iglesia están en un punto bajo. Si usted ha pasado algún tiempo en la iglesia moderna, ha escuchado este pasaje tronando desde el púlpito muchísimas veces. A mí me lo han metido por la garganta tantas veces que he perdido la cuenta. Veamos algunas argumentaciones que acompañan al pasaje: “Dios ha ordenado que ustedes den sus diezmos fielmente. Si ustedes no diezman, están robando a Dios Todopoderoso, y se colocan bajo una maldición.” “Repitamos juntos el ‘Credo del diezmador’, ¿les parece? ‘El diezmo es del Señor. En verdad lo aprendimos. En fe lo creemos. En gozo lo damos. ¡El diezmo!’”. “¡Sus diezmos y ofrendas son necesarias para que la obra de Dios continúe!”. (La “obra de Dios”, por supuesto, quiere decir asalariar al cuerpo pastoral y pagar la cuenta eléctrica mensual para mantener en funcionamiento el edificio.) ¿Cuál es el resultado de este tipo de presión? El pueblo de Dios es llevado por la culpa a dar la décima parte de sus ingresos cada semana. Cuando lo hacen, sienten que lo han alegrado a Dios. Y pueden esperar que Él los bendiga económicamente. Cuando fallan, sienten que están siendo desobedientes, y una maldición financiera se cierne sobre ellos. Pero retrocedamos unos pasos y hagamos la pregunta incisiva: “La Biblia, ¿nos enseña a diezmar? Y, ¿estamos obligados espiritualmente a financiar al pastor y a su personal?”. La respuesta a estas dos preguntas es impactante. (Si usted es un pastor, es fascinante. ¡Así que tal vez quiera sacar sus remedios para el corazón ahora!) 1 Malaquías 3:8–10. ¿Es bíblico el diezmo? El diezmo ciertamente aparece en la Biblia. Así que sí, el diezmo es bíblico. Pero no es cristiano. El diezmo pertenece al antiguo Israel. Era, esencialmente, su impuesto a las ganancias. No encontramos que los cristianos del primer siglo hayan diezmado jamás en el Nuevo Testamento. La mayoría de los cristianos no tiene la menor idea de lo que enseña la Biblia con relación al diezmo. Así que veámoslo. La palabra “diezmo” significa simplemente la décima parte. El Señor instituyó tres clases de diezmos para Israel como parte de su sistema de impuestos. Estos son: Un diezmo del producto de la tierra para apoyar a los levitas, que no tenían ninguna herencia en Canaán. Un diezmo del producto de la tierra para costear las fiestas religiosas en Jerusalén. Si era muy difícil para una familia llevar el producto a Jerusalén, podía convertirlo en dinero. Un diezmo del producto de la tierra, recogido cada tres años para los levitas, huérfanos, extranjeros y viudas del lugar. Este era el diezmo bíblico. Note que Dios ordenó a Israel dar el 23,3 % de sus ingresos cada año, en contraposición con el 10%.6 Estos diezmos consistían en productos de la tierra, es decir la semilla de la tierra, el fruto de la tierra y ganado. Era el producto de la tierra, no dinero. Se puede ver un claro paralelo entre el sistema del diezmo de Israel y el moderno sistema impositivo de Estados Unidos. Israel estaba obligado a apoyar a sus trabajadores nacionales (sacerdotes), sus feriados (festivales) y sus pobres (extranjeros, viudas y huérfanos) mediante sus diezmos anuales. La mayoría de los sistemas impositivos modernos cumplen el mismo propósito. Con la muerte de Jesús, todos los códigos ceremoniales, gubernamentales y religiosos que pertenecían a los judíos fueron clavados a su cruz y enterrados… para nunca más volver a condenarnos. Por esta razón, nunca vemos a los cristianos dando el diezmo en el Nuevo Testamento. ¡Así como no los vemos sacrificando cabras y toros para cubrir sus pecados! Pablo escribe: “Antes de recibir esa circuncisión, ustedes estaban muertos en sus pecados. Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal. Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo. Por tanto, que nadie los critique a ustedes por lo que comen o beben, o por cuestiones tales como días de fiesta, lunas nuevas o sábados. Todo esto no es más que la sombra de lo que ha de venir, pero la verdadera realidad es Cristo”. El diezmo perteneció exclusivamente a Israel bajo la Ley. Con relación a la mayordomía financiera, vemos que los santos del primer siglo daban con gozo según su capacidad, no por obligación ante una orden. Las donaciones, en la iglesia primitiva, eran voluntarias. Y los beneficiarios eran los pobres, los huérfanos, las viudas, los enfermos, los presos y los extranjeros. Puedo escuchar a alguien haciendo la siguiente objeción ahora mismo: “Pero ¿y Abraham? Él vivió antes la Ley. Y lo vemos diezmando al sumo sacerdote Melquisedec. ¿No rebate esto su argumento de que el diezmo forma parte de la ley mosaica?”. No, no lo hace. En primer lugar, el diezmo de Abraham fue completamente voluntario. No fue obligatorio. Dios no lo ordenó, como hizo con el diezmo para Israel. En segundo lugar, Abraham diezmó el botín que había logrado después de una batalla específica en la que había participado. No diezmó de sus propios ingresos corrientes ni de su propiedad. El acto de diezmar de Abraham sería algo parecido a ganar la lotería, un premio mayor o recibir una bonificación en el trabajo, y después dar el diezmo de este monto. En tercer lugar, y lo más importante, esta fue la única vez que Abraham diezmó en sus 175 años de vida en esta tierra. No tenemos ninguna evidencia de que volviera a hacerlo. Así que, si usted desea usar a Abraham como un “texto de prueba” para sostener que los cristianos deben diezmar, ¡entonces sólo está obligado a diezmar una vez! Esto nos lleva de vuelta al texto citado muchas veces de Malaquías 3. ¿Qué estaba diciendo Dios allí? Primeramente, este pasaje fue dirigido al antiguo Israel, cuando estaba bajo la ley mosaica. El pueblo de Dios estaba reteniendo sus diezmos y ofrendas. Piense en lo que pasaría si una gran proporción de estadounidenses se rehusaran a pagar sus impuestos a las ganancias. La ley estadounidense lo considera como un robo. Los culpables serían castigados por haber robado al gobierno. De igual forma, cuando Israel retenía sus diezmos (impuestos), estaba robando a Dios, Aquél que instituyó el sistema de diezmos. Así que el Señor ordenó a su pueblo que trajera Lo mismo se aplica a Jacob. Según Génesis 28:20-22, Jacob prometió diezmar al Señor. Pero, como el diezmo de Abraham, el de Jacob fue completamente voluntario. Y, hasta donde sabemos, no fue una práctica de por vida. Si Jacob comenzó a diezmar regularmente (y esto no se puede comprobar), ¡esperó que pasaran unos 20 años antes de comenzar! Citando a Stuart Murray, “El diezmo parece ser algo accesorio a las historias (de Abraham y Jacob) y el autor no le atribuye ningún significado teológico”. Soy consciente de que algunos cristianos creen que es completamente legal rehusarse a pagar el impuesto a las ganancias. Sin embargo, ¡varias de estas personas están en la cárcel en este momento por seguir esta creencia! Note el contexto de Malaquías 3:8-10. En el versículo 5, el Señor dice que juzgará a los que opriman a la viuda, el huérfano y el extranjero. Dice: “De modo que me acercaré a ustedes para juicio. Estaré presto a testificar contra los hechiceros, los adúlteros y los perjuros, contra los que explotan a sus asalariados; contra los que oprimen a las viudas y a los huérfanos, y niegan el derecho del extranjero, sin mostrarme ningún temor dice el Señor Todopoderoso”. Las viudas, huérfanos y extranjeros eran los legítimos receptores del diezmo. Como estaba reteniendo sus diezmos, Israel era culpable de oprimir a estos tres grupos. Este es el corazón de Dios en Malaquías 3:8-10: la opresión de los pobres. ¿Cuántas veces ha escuchado usted a los predicadores señalar este punto cuando lo arengaron con Malaquías 3? De las decenas de sermones que he escuchado sobre el diezmo, jamás escuché una sola palabra acerca de lo que realmente trataba este pasaje. Es decir, que los diezmos tenían el propósito de sostener a las viudas, los huérfanos, los extranjeros y los levitas (que no eran dueños de nada). Esto es lo que la Palabra del Señor en Malaquías 3 tiene en mente. El origen del diezmo y el salario del clero Cipriano (200-258 d.C.) es el primer escritor cristiano que menciona la práctica de sostener económicamente al clero. Argumentaba que el clero cristiano debía ser sostenido por el diezmo, tal como ocurría con los levitas. Pero este es un pensamiento erróneo. Hoy el sistema levítico ha sido abolido. Todos somos sacerdotes ahora. Así que, si un sacerdote exige un diezmo, ¡entonces todos los cristianos deberían darse el diezmo unos a otros! El pedido de Cipriano era sumamente extraño para su tiempo. El pueblo cristiano no lo apoyó ni se hizo eco de él hasta mucho más tarde. Fuera de Cipriano, ningún escritor cristiano antes de Constantino usó jamás referencias al Antiguo Testamento para apoyar el diezmo. Recién en el cuarto siglo, 300 años después de Cristo, algunos líderes cristianos empezaron a apoyar el diezmo como una práctica cristiana para sostener al clero. ¡Pero no se generalizó entre los cristianos hasta el octavo siglo! Según un erudito: “Durante los primeros setecientos años casi no se mencionó [el diezmo]”. Trazar la historia del diezmo cristiano es un ejercicio fascinante. El diezmo evolucionó desde el estado hacia la iglesia. Dar la décima parte de lo que uno producía era el arriendo habitual para las tierras en Europa Occidental. A medida que la iglesia tuvo más tierras en Europa, el 10% de arriendo fue entregado a la iglesia. Esto dio un nuevo significado al pago del arriendo del 10%. ¡Llegó a identificarse con el diezmo levítico! Por consiguiente, el diezmo cristiano, como institución, se basó en una fusión de la práctica del Antiguo Testamento y una institución pagana. Para el siglo VIII, el diezmo se convirtió en un requisito legal en muchas zonas de Europa Occidental. Para fines del décimo siglo, la distinción entre el diezmo como pago de arriendo y un requisito moral apoyado por el Antiguo Testamento se había esfumado. El diezmo pasó a ser obligatorio en toda la Europa cristiana. Dicho de otra manera, antes del siglo VIII, el diezmo se practicaba como una ofrenda voluntaria. Pero para fines del siglo X se había convertido en un requisito legal para sostener a la iglesia estatal, ¡exigido por el clero y que hacían cumplir las autoridades seculares! Afortunadamente la mayoría de las iglesias modernas han desistido del diezmo como un requisito legal. Pero la práctica del diezmo está tan viva hoy como cuando era un requisito legal. Es cierto que no será castigado físicamente por no diezmar. Pero si usted no es un diezmador en la mayoría de las iglesias modernas, será excluido de una gran cantidad de cargos ministeriales. ¡Y será cargado de culpa constantemente desde el púlpito! En cuanto a los salarios del clero, los ministros no recibieron salarios durante los primeros tres siglos. Pero, cuando apareció Constantino, instituyó la práctica de pagar un salario fijo al clero de los fondos eclesiásticos y de los tesoros municipales e imperiales. Así nació el salario del clero, una práctica dañina que no tiene ninguna raíz en el Nuevo Testamento. En los decretos pseudoisidorianos, los diezmos evolucionaron de pagos de alquiler para el uso de tierras eclesiásticas. El Concilio de Valencia de 855 indica que “este decreto trata del pago de diezmos como alquiler, acerca del cual algunos arrendatarios de tierras eclesiásticas parecen haber sido descuidados, y luego insta a su pago general por todos los cristianos”. Carlomagno codificó el diezmo y lo hizo obligatorio en todo su extenso reino en 779 y 794. La excepción a esto fue en Galia, durante el sexto siglo. El Sínodo de Tours de 567 hizo que el diezmo fuera obligatorio en la región. El Sínodo de Macon de 585 amenazó a quienes se rehusaban a diezmar con la excomunión. Los teólogos y legisladores elaboraron los detalles del sistema de diezmos. Llamativamente, la Iglesia de Inglaterra eliminó el diezmo como un requisito legal recién en la década de 1930. Por favor tome nota que yo creo firmemente en apoyar la obra del Señor económicamente y en dar generosamente. La Biblia ordena ambas cosas, y el reino de Dios necesita de ambos desesperadamente. Lo que estoy atacando en este capítulo es el diezmo como una ley cristiana y para lo que se lo suele usar: los salarios del clero y los gastos fijos del edificio de iglesia. Los montanistas del segundo siglo fueron los primeros en pagar a sus líderes, pero esta práctica no se generalizó hasta que apareció Constantino. La raíz de todos los males Si un creyente desea diezmar por decisión o convicción personal, está perfecto. El diezmo se convierte en un problema cuando se lo presenta como un mandato de Dios, obligatorio para todo creyente. El diezmo obligatorio equivale a opresión para los pobres. No pocos cristianos pobres han sido empujados precipitadamente a una mayor pobreza porque se les dijo que, si no diezmaban, estaban robándole a Dios. Cuando se enseña el diezmo como un mandato de Dios, los cristianos que apenas llegan a fin de mes son empujados por la culpa a una pobreza mayor. De esta manera, el diezmo hace que el evangelio deje de ser “buenas nuevas para los pobres”. En vez de buenas noticias, pasa a ser una pesada carga. En vez de libertad, se convierte en opresión. ¡Con cuánta facilidad nos olvidamos que el diezmo original que Dios estableció para Israel era para beneficiar a los pobres, no para perjudicarlos! Inversamente, el diezmo moderno significa buenas nuevas para los ricos. Para una persona de altos ingresos, el 10% es una suma ínfima. El diezmo, por lo tanto, aquieta la conciencia de los ricos, ya que no tiene ningún impacto significativo sobre su estilo de vida. No pocos cristianos adinerados se engañan pensando que están “obedeciendo a Dios” porque ponen un mísero 10 % de sus ingresos en el plato de ofrendas. Pero Dios tiene una perspectiva muy diferente respecto del dar. Recuerde la parábola de la moneda de la viuda: “Jesús se detuvo a observar y vio a los ricos que echaban sus ofrendas en las alcancías del templo. También vio a una viuda pobre que echaba dos moneditas de cobre. ‘Les aseguro’, dijo, ‘que esta viuda pobre ha echado más que todos los demás. Todos ellos dieron sus ofrendas de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía para su sustento’”. Lamentablemente, el diezmo suele verse como una prueba determinante del discípulo. Si uno es un buen cristiano, diezmará (según se piensa). Pero esto es una aplicación falsa. El diezmo no es signo alguno de devoción cristiana. Si lo fuera, ¡todos los cristianos del primer siglo estarían condenados por falta de piedad! La raíz persistente detrás del constante impulso para diezmar en la iglesia moderna es el salario del clero. No pocos pastores sienten que deben predicar sobre el diezmo para recordar a su congregación acerca de su obligación de apoyarlos a ellos y a sus programas. Y usan la promesa de bendición financiera o el temor a la maldición financiera para asegurarse de que los diezmos sigan ingresando. De esta manera, el diezmo moderno es el equivalente de una lotería cristiana. Paga el diezmo, y Dios te devolverá más plata después. Rehúsate a diezmar, y Dios te castigará. Sin hablar de las complejidades que se pasan por alto del diezmo. Considere los siguientes aspectos: ¿Diezma uno sobre el bruto o el neto? ¿Cómo se aplican las exenciones impositivas? Murray detalla las complejidades ignoradas de tratar de importar el sistema bíblico del diezmo según lo practicaba el antiguo Israel a nuestra cultura actual. En un sistema de años de jubileo, días de reposo, espigueos y primicias, el diezmo tenía sentido y ayudaba a distribuir la riqueza de la nación. Hoy, suele conducir a grandes injusticias. Según Edwin Hatch, “ninguna institución de la Edad Media ha dado origen a más errores que la institución de los diezmos”. Esta clase de pensamientos son un golpe al corazón mismo de las buenas nuevas del evangelio. Lo mismo puede decirse acerca del salario del clero. Tampoco tiene respaldo alguno en el Nuevo Testamento. De hecho, el salario del clero está a contrapelo de todo el Nuevo Pacto. Los ancianos (pastores) del primer siglo nunca recibieron salarios. Eran hombres con una vocación terrenal. Daban al rebaño en vez de tomar de él. Asalariar a los pastores los convierte en profesionales remunerados. Los eleva por sobre el resto del pueblo de Dios. Crea una casta clerical que convierte al cuerpo vivo de Cristo en una empresa. Dado que al pastor y su personal se les “paga” para hacer el ministerio, son profesionales pagos. El resto de la iglesia cae en un estado de dependencia pasiva. Si cada cristiano se encontrara con el llamado que tiene de ser un sacerdote funcional en la casa del Señor (y se le permitiera ejercer ese llamado), surgiría inmediatamente la pregunta: “¿Para qué le estamos pagando a nuestro pastor?”. Pero, en la presencia de un sacerdocio pasivo, este tipo de preguntas nunca surge. A la inversa, cuando la iglesia funciona como debería, un clero profesional se vuelve innecesario. De pronto, el pensamiento que dice: “esa es tarea del pastor” aparece como herético. En palabras sencillas, un clero profesional fomenta la ilusión tranquilizadora de que la Palabra de Dios es material clasificado (y peligroso) que sólo puede manejar expertos con credenciales. Pero esto no es todo. Pagar al pastor lo obliga a complacer a los hombres. Lo convierte en esclavo de los hombres. Su “vale de comida” depende de cuánto le agrada a su congregación. Por lo tanto, no está libre para hablar libremente sin temor a perder algunos fuertes diezmadores. He aquí el flagelo del sistema de pastores. Un peligro adicional del sistema de pastores pagos es que produce hombres desprovistos de toda destreza, algo que heredamos de los griegos paganos. Por esta razón, se requiere un hombre de una tremenda valentía para dejar el pastorado. Todo el énfasis de las referencias del Nuevo Testamento a los ancianos deja en claro esto. Además, 1 Timoteo 3:7 dice que un sobreveedor debe ser bien considerado en la comunidad. La implicancia natural de esto es que se encuentra empleado regularmente en un trabajo secular. Según Elton Trueblood: “Nuestra oportunidad para dar un gran paso yace en abrir el ministerio del cristiano común de una forma muy similar a como nuestros antecesores abrieron la lectura de la Biblia al cristiano común. Hacer esto significa, en cierto sentido, la inauguración de una nueva Reforma, mientras que en otro sentido significa la terminación lógica de la Reforma anterior, en la que las consecuencias de la posición asumida no fueron entendidas completamente ni seguidas lealmente”. Vienen a la mente las palabras de Jesús: “¡Ay de ustedes, expertos en la ley!, porque se han adueñado de la llave del conocimiento…” (Lucas 11:52). Los griegos despreciaban el trabajo manual. Hablaban en público por una tarifa. Los rabinos judíos aprendían una destreza y no podían aceptar dinero por servicios religiosos. De esta forma, el predicador moderno ha adoptado la costumbre griega antes que la judía, que siguió Pablo, aun como cristiano. Desgraciadamente, la mayoría del pueblo de Dios es profundamente ingenuo respecto del poder abrumador del sistema de pastores. Es un sistema sin rostro que no se cansa de masticar y escupir a sus jóvenes. Repito: nunca fue intención de Dios que existiera un pastorado profesional. No hay ningún mandato o justificación bíblicos al respecto. De hecho, es imposible defenderlo bíblicamente. Generalmente hay ujieres que se encargan de recibir el dinero durante el culto, pasando un “plato para la colecta” entre la congregación. Esta práctica es otra invención postapostólica. Comenzó en 1662, si bien los platos y cajas para limosnas existían antes de esta fecha. El ujier surgió de la reorganización de la liturgia de la Iglesia de Inglaterra bajo la reina Isabel I (1533-1603). La tarea de los ujieres era acomodar a la gente, recolectar las ofrendas y mantener los registros de quienes comulgaban. El antecesor del ujier fue el “portero” de la iglesia. El portero era una orden menor (clero inferior) que se remontaba al tercer siglo. Los porteros tenían la responsabilidad de supervisar el cierre y la apertura de las puertas de la iglesia, mantener el orden dentro del edificio y la dirección general de los diáconos. Los porteros fueron reemplazados por “capilleros” en Inglaterra antes y durante el período de la Reforma.48 De los capilleros salió el ujier. Conclusión En conclusión, el diezmo, si bien es bíblico, no es cristiano. Jesucristo no lo avaló. Los cristianos del primer siglo no lo observaron. Y, durante 300 años, el pueblo de Dios no lo practicó. ¡El diezmo no se convirtió en una práctica ampliamente aceptada entre los cristianos hasta el octavo siglo! En el Nuevo Testamento, cada uno da según su capacidad. Los cristianos daban para ayudar a otros creyentes, además de apoyar a obreros apostólicos, permitiéndoles viajar para plantar iglesias. Uno de los testimonios más destacados de la iglesia primitiva tiene que ver con la generosidad de los cristianos hacia los pobres y necesitados. Esto fue lo que llevó a personas fuera de la iglesia, incluyendo el filósofo Galeno, a ver el poder asombroso y atractivo de la iglesia primitiva y decir: “Mirad cómo se aman unos a otros”. El diezmo sólo se menciona cuatro veces en el Nuevo Testamento. Pero en ninguna de estas ocasiones se aplica a los cristianos. Repito: el diezmo pertenece al Antiguo Testamento, donde se necesitaba de un sistema de impuestos para apoyar a los pobres y donde había un sacerdocio especial apartado para ministrar al Señor. Con la venida de Jesucristo, ha habido un “cambio de ley”: la anterior ha sido “anulada” y convertida en obsoleta por la nueva. Todos somos sacerdotes ahora, libres para funcionar en la casa de Dios. La Ley, el viejo sacerdocio y el diezmo han sido todos crucificados. No hay ahora ningún velo en el templo, ningún impuesto para el templo y ningún sacerdocio especial que se interponga entre Dios y el hombre. Usted, querido cristiano, ha sido liberado de la atadura del diezmo y de la obligación de apoyar un sistema clerical que no es bíblico. Murray trata cada una de los cuatro casos detalladamente, demostrando que no son textos de prueba para el diezmo cristiano. También demuestra que, según Jesús, el diezmo está relacionado con el legalismo y el fariseísmo más que con un modelo a imitar. La Iglesia, que incluía la masa de la población del Imperio, desde el César hasta el esclavo más insignificante, y que vivía en medio de todas sus instituciones, recibió en su regazo vastos depósitos de material extranjero del mundo y del paganismo... Si bien la antigua Grecia y Roma han caído para siempre, el espíritu del paganismo grecorromano no se extinguió. Vive aún en el corazón natural del hombre que, al día de hoy, necesita, como siempre lo ha necesitado, la regeneración del Espíritu de Dios. Vive también en muchas prácticas idólatras y supersticiosas de las iglesias griegas y romanas, contra las cuales el espíritu puro del cristianismo ha protestado instintivamente desde el principio, y seguirá protestando, hasta que todos los vestigios de la idolatría grosera y refinada sean superados externamente así como internamente, y bautizados y santificados no solamente con agua, sino también con el espíritu y el fuego del evangelio. Philip Schaff Señor: ¿Debo vender algo del material que produzco para pagar mis gastos fijos en la Web? “No”, fue la lacónica respuesta. ¿Y entonces cómo debo hacer? – “No debes hacer nada, sólo empieza con el trabajo y paga los gastos de tu bolsillo”. No hay problemas, Señor, pero mi bolsillo no es ilimitado, tú lo sabes. “Sí, lo sé. Tú haz lo que te digo y olvídalo”. Esta especie de pintoresca conversación sucedió hace ya diez años. ¿Sabes qué? Jamás saqué un mísero centavo de mi salario para pagar estos gastos. Y lo más curioso: jamás pedí un centavo a nadie, ni coloqué una cuenta para donaciones, ni me extralimité predicando sobre diezmos y ofrendas, ni tampoco salí al ruedo con aquello de que “el obrero es digno de su salario”. Porque Dios ya me había hablado y había sido más que claro. Yo no estaba trabajando en esto para hacerme rico, ni comprar costosos yates o levantar monumentales empresas paralelas con pantalla eclesiástica. Yo estaba administrando un simple ministerio y Él, como lo anticipara siempre en su Palabra, corría con los gastos. La manera, el cómo, con quién o quiénes, en qué momento, desde dónde y mediante qué métodos, no era asunto mío. Lo he contado porque, creo, es un modo rústico de depender del Señor en algo que es para el Señor y no pretender conducirlo según nuestros métodos, habilidades o, lo peor, nuestras ambiciones.

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