sábado, 22 de septiembre de 2012
CAPÍTULO 8 "Cristianismo Pagano"
CAPÍTULO 8
El Bautismo y la Cena del Señor: Sacramentos Diluidos
Muchas instituciones y elementos de instituciones, considerados a veces como pertenecientes al cristianismo primitivo, pertenecen en realidad a la Edad Media.
Edwin Hatch
Se han escrito un sinnúmero de libros sobre los dos sacramentos protestantes: el bautismo y la Cena del Señor. Sin embargo, no existe nada impreso que rastree el origen de cómo los practicamos hoy. En este capítulo, veremos cuánto nos hemos alejado en la práctica del bautismo en agua y la Cena del Señor.
Diluyendo las aguas del bautismo
La mayoría de los cristianos evangélicos creen y practican el “bautismo del creyente”, en contraposición con el “bautismo de bebés”. Asimismo, la mayoría de los protestantes creen y practican el bautismo por “inmersión” en vez del bautismo por “aspersión”.
El Nuevo Testamento, así como la historia de la iglesia primitiva, apoya estas dos posiciones. El bautismo de bebés tiene su raíz en las creencias supersticiosas que se extendieron por la cultura grecorromana.
Según un erudito, “Primeramente está la superstición, que en el transcurso del segundo siglo se asoció con los Misterios, las presentaciones místicas paganas y sagradas (de los paganos), y después el establecimiento de la iglesia estatal. Las ideas supersticiosas que llegaron a asociarse con el bautismo no podían menos que producir el bautismo de bebés”.
Cipriano, un fuerte defensor del bautismo de bebés, le atribuía poderes mágicos en su capacidad de lavar el pecado. Haciéndose eco del mismo sentimiento, Graydon F. Snyder escribió que “el bautismo de bebés fue practicado cuando la matriz social y la comunidad religiosa se habían vuelto la misma cosa”.
La primera referencia verosímil al bautismo de bebés se encuentra en Ireneo (130–200). Tertuliano (160–225) fue también uno de los primeros en hablar sobre el tema, pero se oponía a él. El bautismo de bebés parece haber comenzado a principios del segundo siglo y estaba acompañado por una teología elaborada. Para el quinto siglo, el bautismo de bebés se convirtió en una práctica general que reemplazó el bautismo de adultos.
El anabautista Menno Simons fechó “la caída de la iglesia” cuando el papa Inocencio I firmó el edicto que hizo obligatorio el bautismo de bebés, en 416. Desde un punto de vista teológico, el bautismo de bebés divorcia dos cosas que la Biblia une consistentemente: 1) la fe y el arrepentimiento, y 2) el bautismo en agua.
En 197 d.C., Tertuliano condenó el bautismo de bebés junto con el bautismo de los muertos. Pero Agustín proveyó una justificación bíblica plena de la práctica. La palabra “bautismo” en griego (baptizo) significa literalmente ‘inmersión’. Juan 3:23 no tiene mucho sentido si se practicaba la aspersión. La inmersión fue la práctica habitual de la iglesia cristiana hasta fines de la Edad Media en Occidente.
Sin embargo, en la mayoría de las iglesias modernas es habitual que el bautismo esté separado de la conversión por un tiempo considerable. Muchos cristianos fueron salvos a una edad y bautizados a una edad mucho mayor. En el primer siglo, esta práctica era desconocida.
En la iglesia primitiva, los conversos eran bautizados inmediatamente después de creer. Un erudito dice del bautismo y la conversión: “Van juntos. Quienes se arrepentían y creían la Palabra eran bautizados. Ese fue el patrón invariable, hasta donde sabemos”. Otro, escribe: “Cuando nació la Iglesia, los convertidos eran bautizados con poca o ninguna demora”.
En el primer siglo, el bautismo en agua era la confesión exterior de la fe de una persona. Pero, más que eso, era la manera en que alguien acudía al Señor en el primer siglo. Por esta razón, la confesión del bautismo está vinculada vitalmente con el ejercicio de la fe salvadora. A tal punto que los escritores del Nuevo Testamento a menudo usan la palabra “bautismo” en vez de “fe” y la relacionan con ser “salvo”.
Esto se debe al hecho de que el bautismo era la confesión inicial de fe en Cristo de los primeros cristianos. En nuestros días, la “oración del pecador” ha reemplazado el papel del agua del bautismo como la confesión de fe inicial. Se les dice a los incrédulos: “Repita esta oración conmigo, acepte a Jesús como su ‘Salvador personal’ y será salvo”. Pero en ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos que alguna persona sea llevada a Jesús por una “oración del pecador”. Y no hay el menor indicio en la Biblia acerca de un “Salvador personal”.
En cambio, los incrédulos del primer siglo eran llevados a Jesucristo pasando por las aguas del bautismo. Si me permite decirlo de esta manera, ¡el bautismo en agua era la “oración de pecador” en el primer siglo! El bautismo acompañaba la aceptación del evangelio. Indicaba un corte completo con el pasado y una entrada plena a Cristo y su iglesia. El bautismo era simultáneamente un acto de fe y una expresión de fe.
Entonces, ¿cuándo se separó el bautismo de recibir a Cristo? Empezó a principios del segundo siglo. Ciertos cristianos influyentes enseñaban que el bautismo necesita ser precedido por un período de instrucción, oración y ayuno.9 ¡Esta tendencia se agravó en el tercer siglo, cuando los jóvenes conversos debían esperar tres años para bautizarse!
Si usted fuera un candidato al bautismo en el tercer siglo, su vida sería examinada con un peine fino. Debía demostrar que era digno del bautismo por su conducta. El bautismo se convirtió en un ritual rígido y ornamentado que adoptó muchas cosas de la cultura judía y griega, incluyendo aspectos elaborados como bendecir el agua, quitarse la ropa por completo, repetir un credo, el aceite de unción con exorcismo y dar leche y miel a la persona recién bautizada.
Se había convertido en un acto asociado con las obras en vez de estar relacionado con la fe. El legalismo que rodeaba el bautismo dio origen a un concepto aún más sorprendente: sólo el bautismo perdona los pecados. Si una persona comete un pecado después del bautismo, no puede ser perdonada. Por esta razón, demorar el bautismo se volvió bastante habitual para el cuarto siglo.
Como se creía que el bautismo producía el perdón de pecados, muchos pensaban que lo mejor era demorar el bautismo hasta que se pudieran obtener los máximos beneficios. Por lo tanto, algunas personas, como Constantino, ¡esperaron hasta su lecho de muerte para bautizarse!
La oración del pecador y un Salvador personal
Como dije antes, la “oración del pecador” terminó por reemplazar el papel bíblico del bautismo en agua. Por más que se la presente como el evangelio hoy, la “oración del pecador” es una invención muy reciente. D. L. Moody (1837-1899) fue el primero en utilizarla.
Moody usaba este “modelo” de oración para entrenar a sus colegas evangelistas. Pero no llegó a popularizarse hasta la década de 1950 con el tratado Paz con Dios, de Billy Graham, y posteriormente con Las Cuatro Leyes Espirituales, de Campus Crusade for Christ (Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo).
La costumbre de dar leche y miel fue adoptada del paganismo. El nuevo converso (“catecúmeno”, como llegó a llamarse y de donde se deriva la palabra “catecismo”) solía bautizarse un
domingo de Pascua o en Pentecostés. El jueves anterior el candidato debía bañarse. Pasaba el viernes y sábado ayunando, y luego era exorcizado por el obispo para echar fuera cualquier demonio que tuviera.
Para fines del segundo siglo, esta era una ceremonia bautismal bastante uniforme en Occidente. Gregory Dix señala que la introducción del credo en el cristianismo comienza en la primera mitad del segundo siglo, con el credo bautismal.
El credo bautismal estaba formado por una serie de tres preguntas que trataban respectivamente con las tres Personas de la Trinidad. El Concilio de Nicea, en 325 d.C., llevó el credo un paso más lejos. Éste evolucionó para convertirse en una prueba de comunión para quienes estaban dentro de la iglesia antes que una prueba de fe para quienes estaban fuera de ella.
He aquí la clásica “oración del pecador” que aparece en el tratado “Las Cuatro Leyes Espirituales”: “SeñorJesús, te necesito. Gracias por morir en la cruz por mis pecados. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Salvador y Señor. Gracias por perdonar mis pecados y por darme vida eterna. Toma control del trono de mi vida. Hazme la persona que Tú quieres que yo sea. Amén”.
En el primer siglo, el bautismo en agua era el testimonio visible que demostraba públicamente el corazón de esta oración. La frase “Salvador personal” es otra innovación moderna producto del espíritu del avivamentismo norteamericano del siglo XIX.17 Surgió a mediados del siglo XIX, para ser exacto. Pero se convirtió en una expresión popular gracias a Charles Fuller (1887-1968).
Fuller usó la frase literalmente miles de veces en su programa de radio increíblemente popular, “Old–Fashioned Revival Hour” (La hora del avivamiento a la antigua) que se transmitió en las décadas de 1940, 1950 y 1960. Su programa alcanzaba, desde Estados Unidos, cada rincón del mundo. Cuando murió, el programa era escuchado por más de 500 emisoras de todo el mundo.
Hoy, el uso de la frase “Salvador personal” está tan generalizado que parece ser bíblica. Pero considere lo absurdo de usarla. ¿Ha presentado alguna vez uno de sus amigos usando esta designación: “Este es mi ‘amigo personal’, Juan Pérez”?
Aparte del hecho de que esta frase tiene pocos puntos de contacto con la vida real, hay un problema mayor. La frase “Salvador personal” limita a Jesús a lo que nosotros consideramos como nuestra vida personal. El hecho es que Jesucristo nos salva de cada dimensión de la vida, sea personal, impersonal, interpersonal, corporativo, etc. Él es elSalvador de cada rincón, recoveco y sala del edificio.
Además, la frase “Salvador personal” refuerza el concepto de un cristianismo altamente individualista. Pero el Nuevo Testamento es completamente ajeno a una fe cristiana de “sólo Jesús y yo”. Más bien, es intensamente corporativo. El cristianismo es una vida vivida entre un Cuerpo de creyentes que conocen a Jesús en conjunto como Señor y Salvador.
Creo, y pongo mi propio testimonio como ejemplo, que esto que acaba de explicar brevemente Frank, es la base real y genuina del evangelio del Reino. Un Reino que se ha acercado, que fue, es y será un todo macizo y que la iglesia moderna ha convertido en algo individual y, por una lógica suma de carnalidades, individualista.
La Cena del Señor
Ríos de sangre han sido derramados por cristianos protestantes y católicos por igual sobre las complejidades doctrinales relacionadas con este tema. La Cena del Señor, alguna vez preciosa y viva, se convirtió en el centro del debate teológico durante siglos.
Trágicamente, pasó de ser una imagen dramática y concreta del cuerpo y sangre de Cristo a un estudio de pensamiento abstracto y metafísico. No nos vamos a ocupar de las minucias teológicas que rodean la Cena del Señor. Pero los protestantes (así como los católicos) no practican la Cena de la manera que se celebraba en el primer siglo.
Para los primitivos cristianos, era una comida festiva. Hoy, la tradición nos ha obligado a tomar la Cena en forma de un dedal de jugo de uva que apenas moja la lengua y una pequeña galleta desabrida, en una atmósfera triste y lúgubre. Se nos dice que recordemos los horrores de la muerte de nuestro Señor, y somos llamados a reflexionar sobre nuestros pecados.
Además, la tradición nos ha enseñado que tomar la Cena del Señor puede ser algo peligroso. Así que la mayoría de los cristianos contemporáneos no la tomarían ni muertos sin un clérigo ordenado presente. Todos estos elementos eran desconocidos para los primeros cristianos. Para ellos, era una comida comunitaria. El espíritu era de celebración y gozo. Y no había ningún clérigo para oficiarla. La Cena del Señor era, esencialmente, un banquete cristiano.
La comida truncada
Entonces, ¿cuándo cesó la comida completa, dejando sólo el pan y la copa? He aquí la historia. Durante el primer siglo y principios del segundo, los primeros cristianos llamaban a la Cena del Señor la “fiesta de amor”. En ese tiempo, tomaban el pan y la copa en el contexto de una comida festiva. Pero, alrededor del tiempo de Tertuliano (160-225), se empezó a separar el pan y la copa de la comida. Para fines del segundo siglo, la separación era completa.
Algunos eruditos han sostenido que los cristianos eliminaron la parte de la comida porque no querían que el Eucaristía se profanara por la participación de incrédulos. Esto podría ser parcialmente cierto. Pero es más probable que la influencia creciente del ritual religioso pagano sacara a la Cena del ambiente gozoso, terrenal y no religioso de una comida en la sala de estar de una persona. Para el cuarto siglo, ¡la fiesta de amor fue “prohibida” entre los cristianos!
“A lo largo del período del Nuevo Testamento, la Cena del Señor era una comida real compartida en los hogares de cristianos” (John Drane); “En los primeros tiempos, la Cena del Señor se realizaba durante el transcurso de una comida comunitaria. Todos traían la comida que podían, y era compartida en conjunto” (Donald Guthrie); “En Corinto, la santa comunión no era simplemente una comida simbólica como ocurre entre nosotros, sino una comida real. Por otra parte, parece claro que era una comida a la cual cada uno de los participantes traía comida” (León Morris).
En el primer y segundo siglo, la Cena del Señor parece haber sido tomada a la noche, como una comida. Hay fuentes del segundo siglo que demuestran que fue tomada sólo en domingos. En la Didaché, la Eucaristía sigue apareciendo como algo que se tomaba con la comida del ágape (fiesta de amor).
Con el abandono de la comida, las expresiones “partir el pan” y “Cena del Señor” desaparecieron. La expresión común para el ritual ahora truncado (sólo el pan y la copa) fue “la Eucaristía”. Ireneo (130-200) fue uno de los primeros en llamar al pan y la copa una “ofrenda”. Después de él, comenzó a llamarse la “ofrenda” o “sacrificio”.
La mesa de altar donde se colocaba el pan y la copa pasó a verse como un altar donde se ofrecía la víctima. La Cena ya no era un evento comunitario. Era, más bien, un ritual sacerdotal para ser presenciado a la distancia. A lo largo del siglo cuarto y quinto, hubo un sentido creciente de sobrecogimiento y temor asociado con la mesa donde se celebraba la sagrada Eucaristía. Se convirtió en un ritual sombrío. El gozo que alguna vez había formado parte de él había desaparecido.
La mística asociada con la Eucaristía se debía a la influencia de las religiones de misterio paganas. Estas religiones estaban rodeadas de misterio y superstición. Con esta influencia, los cristianos empezaron a atribuir al pan y a la copa connotaciones sagradas. Eran considerados como objetos sagrados por virtud propia.
Como la Cena del Señor se convirtió en un ritual sagrado, requería de una persona sagrada para administrarla. Aquí hace su ingreso el sacerdote para ofrecer el sacrificio de la misa. Se creía que él tenía el poder para hacer descender a Dios del cielo para confinarlo en un trozo de pan.
Alrededor del siglo X, el significado de la palabra “cuerpo” cambió en la literatura cristiana. Previamente, los escritores cristianos la usaban para referirse a una de tres cosas: 1) El cuerpo físico de Jesús, 2) la iglesia, o 3) el pan de la Eucaristía.
Escritores tan atrás como Clemente de Alejandría, Tertuliano e Hipólito (principios del tercer siglo) comenzaron a usar una terminología que hablaba de una presencia de Cristo en forma general en el pan y el vino. Pero no se hizo ningún intento, en esta etapa temprana, por sostener un realismo físico que “cambiara” al pan y el vino en carne y sangre. Más tarde, algunos escritores orientales (Cirilo, Serapio, Atanasio) introdujeron una oración al Espíritu Santo para que transforme el pan y el vino en el cuerpo y la sangre.
Pero fue Ambrosio de Milán (fines del cuarto siglo) que comenzó a localizar el poder consagrador en la recitación de las palabras de institución. Se creía que las palabras “Esto es mi cuerpo” (en latín, hoc est corpus meum)contenían el poder de transformar el pan y el vino.
Dicho sea de paso, el latín comenzó en el norte de África a fines del segundo siglo y se difundió lentamente hacia Roma hasta que pasó a ser común para fines del cuarto siglo. Este cambio se refleja también en el arte cristiano. No hay imágenes lúgubres de Jesús antes del cuarto siglo.
Esto ocurrió en el siglo noveno. Antes de esto, era al acto de tomar la Eucaristía lo que se considerabasagrado. Pero en 830 d.C. un hombre llamado Radberto escribió el primer tratado que encaraba la Eucaristíacentrándose directamente en el pan y el vino.
Todos los escritores cristianos antes de Radberto describieron lo que los cristianos estaban haciendo cuando tomaban el pan y el vino. Describían la acción de tomar los elementos. Radberto fue el primero en centrarse exclusivamente en los elementos mismos, el pan y el vino que estaban sobre la mesa de altar.
Los primeros padres de la iglesia veían a la iglesia como una comunidad de fe que se identificaba a sí misma por el partimiento el pan. Pero, para el décimo siglo, hubo un cambio en el pensamiento y el lenguaje. La palabra “cuerpo” ya no se usaba para referirse a la iglesia. Era utilizada solamente para referirse al cuerpo físico del Señor o al pan de la Eucaristía. Había sido vaciada de su otro significado: la iglesia.
Por consiguiente, la Cena del Señor quedó muy distanciada de la idea de una iglesia que se reunía para celebrar el partimiento del pan. El cambio de vocabulario reflejaba esta práctica. La Eucaristía no tenía nada que ver con la iglesia, sino que llegó a ser considerada como “sagrada” en sí misma, aun mientras permanecía sobre la mesa. Quedó envuelta en una bruma religiosa. Observada con sobrecogimiento. Tomada sombríamente por el sacerdote. Completamente alejada de la naturaleza comunitaria de la ekklesia.
Todos estos factores dieron lugar a la doctrina de la transubstanciación. En el cuarto siglo, la creencia de que el pan y el vino se transformaban en el cuerpo y la sangre literales del Señor era explícita. La transubstanciación, sin embargo, fue la doctrina que dio una explicación teológica de cómo ocurría ese cambio. (Esta doctrina fue desarrollada entre el siglo XI y el siglo XIII.)
Con la doctrina de transubstanciación, hubo un sentimiento de temor que rodeaba los elementos. El temor era tan intenso que el pueblo de Dios era renuente a aproximarse a ellos. Cuando se pronunciaban las palabras de la Eucaristía, se creía que el pan se convertía literalmente en Dios. Todo esto convertía a la Cena del Señor en un ritual sagrado realizado por personas sagradas y quitado de las manos del pueblo de Dios.
La idea medieval de que el pan y la copa eran una “ofrenda” estaba tan arraigada que aun algunos de los reformadores la sostuvieron. Si bien los modernos cristianos protestantes han descartado el concepto católico de quela Cena del Señor es un sacrificio, siguieron adoptando la práctica católica de la Cena. Observe cualquier servicio de la Cena del Señor (a menudo llamada “Santa Comunión”) en cualquier iglesia protestante y verá lo siguiente:
La Cena del Señor es un bocado de galleta (o de pan) y una copita de jugo de uva (o vino). Dista de ser una comida, igual que en la iglesia católica. - La atmósfera es sombría y lúgubre, igual que en la iglesia católica. - El pastor les dice a los asistentes que deben examinarse con relación al pecado antes de participar de los elementos, una práctica originada en Juan Calvino.
Como el sacerdote católico, muchos pastores usan su vestimenta clerical para la ocasión. Pero siempre el pastor administra la Cena y recita las palabras de institución, “Esto es mi cuerpo”, antes de distribuir los elementos entre la congregación, igual que en la iglesia católica. Con solo unos pocos ajustes menores, todo esto es catolicismo medieval de punta a punta.
Conocí a un hermano de excelente conducta, tanto en lo espiritual como en lo social, que me aseguraba que, cuando tomaba el vino de la pequeña copa en la celebración, sentía como un fuego descender por su interior hasta llegar a su estómago, donde simplemente “sentía” la necesidad de caer de rodillas.
Visto y leído lo que has visto y leído, lo que te relato te servirá para entender la capacidad y el poder que tiene nuestra mente por sobre nuestras acciones y comportamientos. Nadie censurará de ninguna manera lo que este hombre experimentaba, pero por favor, que nadie lo convierta en doctrina y lo predique.
Resumen
Por nuestra tradición hemos vaciado el verdadero significado y poder detrás del bautismo en agua. Cuando se lo entiende y practica correctamente, el bautismo en agua es la confesión de fe inicial del creyente ante los hombres, demonios, ángeles y Dios.
El bautismo es un signo visible que describe nuestra separación del mundo, nuestra muerte con Cristo, el entierro de nuestro viejo hombre, la muerte de la vieja creación y el lavamiento de la Palabra de Dios. El bautismo en agua es la forma de conversión/iniciación del Nuevo Testamento. Es idea de Dios. Reemplazarlo por la “oración del pecador”, un invento humano, es vaciar al bautismo de su testimonio, dado por Dios.
Similarmente, la Cena del Señor, cuando se la separa de su contexto correcto de una comida completa, se convierte en un rito extraño, casi pagano. La Cena se ha vuelto un ritual vacío oficiado por un clérigo, en vez de ser una experiencia de vida compartida que disfruta la iglesia. Se ha convertido en un morboso ejercicio religioso, en vez de un festival gozoso; una rancia ceremonia individualista, en vez de un significativo evento corporativo.
En palabras de un erudito: “No cabe duda de que la Cena del Señor empezó como una comida familiar o una comida de amigos en una casa privada… pasó de ser una verdadera comida a una comida simbólica… dejó la austera simplicidad por el esplendor elaborado… la celebración de la Cena del Señor pasó de ser una función laica a una función sacerdotal.
En el Nuevo Testamento mismo, no hay ninguna indicación de que fuera el privilegio o deber especial de ninguna persona guiar a la comunidad de adoradores en la Cena del Señor”. Mediante nuestra tradición, hemos anulado la experiencia neotestamentaria del bautismo en agua y la Cena del Señor.
Ojalá usted, querido cristiano, pueda evitar las tradiciones vanas de los hombres y volver a los senderos antiguos, como clamó alguna vez el profeta: “Así dice el Señor: ‘Deténganse en los caminos y miren; pregunten por los senderos antiguos. Pregunten por el buen camino, y no se aparten de él. Así hallarán el descanso anhelado’”.
¿Andará usted por los senderos antiguos, o seguirá adhiriendo despreocupadamente a sus caras tradiciones, atascado en la vieja huella de nuestros antepasados? El clero protestante ha rescatado a la Biblia de la oscuridad de las bibliotecas papales y la ha esparcido por toda la tierra. La ha exaltado en los términos más elevados del elogio humano. La ha estudiado, comentado y explicado, al punto de torturar cada palabra, frase y expresión en el original y en las traducciones, buscando toda clase de interpretación posible. El resultado fue que el cristianismo está ahogado en la teología y la crítica: las verdades de la revelación son trefiladas, hiladas y dobladas produciendo las figuras más fantásticas que pueden idear la fantasía o lógica humanas. Se ha construido un sistema de Divinidad técnica que rivaliza con la complejidad de toda la maquinaria de la iglesia romana.
Steven Colwell
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