sábado, 22 de septiembre de 2012
CAPÍTULO 5 "Cristianismo Pagano"
CAPÍTULO 5
La Vestimenta del Domingo a la Mañana: Tapando el Problema
Tengan cuidado de los maestros de la ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas.
Jesucristo
Cada domingo a la mañana, más de trescientos millones de protestantes se visten con su mejor ropa para asistir al culto de iglesia. Pero nadie parece cuestionarse el porqué. Miles de pastores usan atuendos especiales que los separan de sus feligreses. Y a nadie parece importarle. En este capítulo analizaremos el origen de “vestirse bien” para la iglesia. También rastrearemos las raíces de la “vestimenta clerical”.
Vestirse bien para la iglesia
La costumbre de vestirse bien para la iglesia es un fenómeno relativamente reciente. Comenzó a fines del siglo XVIII, con la Revolución Industrial, y se generalizó a mediados del siglo XIX. Antes de esto, vestirse bien para eventos sociales sólo ocurría entre los muy ricos.
La razón era sencilla. ¡Sólo los aristócratas de la sociedad podían comprar buena ropa! La gente común sólo tenía dos juegos de ropa: ropa de trabajo para trabajar en el campo y ropa menos andrajosa para ir al pueblo.
Vestirse bien para ciertas ocasiones era solamente una opción para la nobleza más rica. En la Europa medieval y hasta el siglo XVIII, la vestimenta era un claro indicador de la clase social de una persona. En algunos lugares como Inglaterra, se le llegó a prohibir a los pobres vestir la ropa de la gente “mejor”.
Esto cambió con la invención de la fabricación textil en masa y el desarrollo de la sociedad urbana. La ropa buena pasó a ser más accesible para la gente común. Nació la clase media, y quienes pertenecían a ella pudieron emular a la envidiada aristocracia. Por primera vez, la clase media pudo distinguirse de los campesinos.
Para demostrar su nuevo estatus mejorado, ahora podían vestirse bien para los eventos sociales, igual que los ricos. Algunos grupos cristianos a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX resistieron esta tendencia cultural. Juan Wesley escribió en contra de vestir ropa cara o llamativa.
Los primeros metodistas resistieron la idea de vestirse bien para ir a la iglesia tanto que rechazaban a todo el que usara ropa cara en sus reuniones. Los primeros bautistas también fustigaron la ropa fina, y enseñaban que separaba a los ricos de los pobres.
Sin embargo, a pesar de estos reclamos, el cristianismo dominante comenzó a usar ropa fina cada vez que podía. La creciente clase media prosperó, creando casas más grandes, edificios de iglesia de mayor tamaño y ropa más elegante.
Con el creciente aculturamiento victoriano de la clase media, los edificios de iglesia más elegantes comenzaron a atraer personas más influyentes de la sociedad. Esto hizo que las congregaciones más comunes (metodistas, bautistas, etc.) trabajaran más duro para intentar mantenerse al corriente de las mejoras en sus propios edificios.
Todo esto hizo crisis cuando en 1843 Horace Bushnell, un influyente ministro congregacional de Connecticut, publicó un ensayo llamado Taste and Fashion (El gusto y la moda), donde sostenía que la sofisticación y el refinamiento eran atributos de Dios, y los cristianos debían emularlos. ¡Así nació la idea de vestirse bien para la iglesia para honrar a Dios!
Los miembros de la iglesia ahora adoraban en edificios decorados elaboradamente, luciendo su ropa formal para honrar a Dios. William Henry Foote, un presbiteriano de Carolina del Norte, siguiendo las huellas de Bushnell, escribió en 1846 que “un pueblo que va a la iglesia es un pueblo al que le gusta
vestir bien”.
Esta declaración simplemente expresaba el ritual de vestimenta formal que colonial. Un folleto publicado anónimamente en Filadelfia en 1722 titulado The Miraculous Power of Clothes, and Dignity of the Taylors: Being an Essay on the Words, Clothes Make Men sugería lo siguiente: La condición social, la posición social y el poder se desplegaban, expresaban y sostenían a través de la vestimenta.
La conexión entre vestimenta y jerarquía en la sociedad colonial investía a la ropa de un poder
simbólico. Esta mentalidad terminó por filtrarse en la iglesia cristiana. La enseñanza de Wesley sobre la vestimenta ha sido denominada “un evangelio de la sencillez”. Su mensaje principal era que el cristiano debía vestirse sencilla y prolijamente. Wesley habló sobre este tema tan frecuentemente que se le acredita la siguiente frase: “La limpieza se encuentra junto a la piedad”. Sin embargo, la tomó de un rabino.
Las denominaciones con mayor cantidad de miembros ricos (episcopales, unitarios, etc.) empezaron a vender bancos a las familias ricas para financiar elaborados programas de construcción de
iglesias.
“Además del costo del banco, los asistentes tenían que usar ropa acorde con el esplendor del edificio, y el estilo de la congregación se convirtió en una barrera insuperable para muchos. Un siglo antes, un granjero común podía vestirse bien para la iglesia poniéndose una camisa de cuadros azul. En el ambiente refinado de las nuevas y hermosas iglesias, se requería más”.
Esta tendencia fue tan poderosa que, para la década de 1850, hasta los metodistas, resistentes al vestido formal, fueron absorbidos por ella. Y ellos también empezaron a vestirse con su mejor “ropa de domingo” para la iglesia.
Por consiguiente, como prácticamente toda otra práctica eclesiástica aceptada, vestirse bien para la iglesia es producto de la influencia de la cultura que rodea al cristiano. Hoy, querido cristiano, usted se emperifolla para ir a la iglesia el domingo a la mañana sin siquiera preguntarse por qué. Pero ahora sabe la historia detrás de esta costumbre sin sentido.
Es puramente resultado de los esfuerzos de la clase media del siglo XIX de ser como sus contemporáneos aristócratas ricos, haciendo alarde de su nivel de vida mejorado mediante su ropa. (Este esfuerzo fue apoyado también por las ideas victorianas de la respetabilidad.) Puesto de otra manera, usar su “ropa de domingo” es simplemente producto de la cultura secular. ¡No tiene nada que ver con la Biblia, Jesucristo o el Espíritu Santo!
Pero, ¿qué tiene de malo? Pero, ¿por qué tanta alharaca por vestirse bien para la iglesia? Estoy de acuerdo que dista de ser un tema candente. De hecho, me importa poco qué se pone una persona para ir a una reunión de iglesia. El tema candente es lo que representa esta práctica. (No se crea; en algunas congregaciones no sólo miran muy mal, sino que además tildan de falso hermano a aquel que no viste lo mejor que tiene el día domingo para ir al culto)
Primero, refleja la falsa división entre lo secular y lo sagrado. Pensar que a Dios le interesa un ápice si usted usa ropa elegante el domingo para “encontrase con Él” es una violación del Nuevo Pacto. Tenemos acceso a la presencia de Dios en todo momento y en cualquier circunstancia. ¿Realmente espera Él que su pueblo se vista como para un desfile de belleza el domingo a la mañana?
Segundo, la ropa atractiva y llamativa el domingo a la mañana da un mensaje falso: que la iglesia es el lugar donde los cristianos ocultan quiénes son verdaderamente y “lo visten” para que parezca lindo y bonito. Piénselo. Ponerse la “ropa de domingo” para la iglesia no dista mucho de ser un manejo de imagen. Aporta a la casa de Dios todos los elementos de un espectáculo en vivo: trajes, maquillaje, decorado, iluminación, ujieres, música especial, maestro de ceremonias, la función y el programa.
Vestirse bien para la iglesia viola la realidad de que la iglesia está formada por personas reales con problemas complejos. ¡Personas reales que tal vez tuvieron una gran discusión con sus cónyuges justo antes de ingresar al estacionamiento y muestran una gran sonrisa para taparla!
“Vestirnos de domingo” oculta un problema subyacente básico. Fomenta la ilusión exagerada de que somos de alguna forma “buenos” porque nos vestimos bien para Dios. Es un acto de simulación deshumanizador y constituye un testimonio falso ante el mundo.
“Los primeros metodistas sabían que la ropa elegante era el enemigo, y ahora el enemigo estaba ganando”. Schmidt escribe: “La gente se preocupaba el día de reposo… por ponerse la mejor ropa. La ropa de domingo ya era proverbial. Hasta los pietistas y evangélicos, que insistían en la ropa común, se aseguraban de que su cuerpo estuviera vestido solemnemente y decentemente.
Dios mira el corazón; a Él no le impresiona el atuendo que llevemos (1 Samuel 16:7; Lucas 11:39; 1 Pedro 3:3–5). Nuestra adoración es en el espíritu, no en las formas físicas exteriores (Juan 4.20–24). Reconózcalo. Como humanos caídos, rara vez estamos dispuestos a aparecer como realmente somos.
Casi siempre nos apoyamos en nuestro comportamiento o nuestra vestimenta para dar a la gente cierta impresión de lo que queremos que ellos crean que somos. Todo esto difiere marcadamente de la simplicidad que distinguía a la iglesia primitiva.
Tercero, “vestirse bien” para la iglesia se da de bruces con la simplicidad primitiva que era el sello distintivo de la iglesia primitiva. Los cristianos del primer siglo no se “vestían bien” para asistir a las reuniones de iglesia. Se reunían en la simplicidad de las salas de estar. No se vestían para exhibir su clase social. De hecho, los primeros cristianos hacían esfuerzos concretos para demostrar su desprecio absoluto por las distinciones de clase social.
En la iglesia, todas las distinciones sociales se borran. Los primeros cristianos sabían bien que eran una nueva especie en este planeta. Por esta razón, Santiago reprocha a los creyentes que trataban mejor a los santos ricos que a los santos pobres. ¡Reprocha osadamente a los ricos por vestirse de forma diferente que los pobres!
Y, sin embargo, muchos cristianos están bajo de la falsa ilusión de que es “irreverente” usar ropa informal para asistir al culto del domingo a la mañana. Esto no difiere de cómo los escribas y fariseos acusaban al Señor y sus discípulos de ser “irreverentes” por no seguir la tradición de los ancianos.
En resumen, decir que el Señor espera que su pueblo se vista con ropa fina cuando la iglesia se reúne es añadir a las Escrituras y hablar donde Dios no ha hablado. Esta clase de práctica es pura tradición humana.
El atuendo del clero
Hacemos un viraje ahora para ver el desarrollo de la vestidura del clero. El clero cristiano no se vistió de forma diferente a la gente común hasta la llegada de Constantino. Contrariamente a la opinión popular, el atuendo del clero (incluso las “vestimentas eclesiásticas” tradicionales en la iglesia alta) no se originó en la vestidura sacerdotal del Antiguo Testamento. Más bien tiene su origen en la ropa secular del mundo grecorromano.
“Una consideración de la vestidura eclesiástica revelará que tuvo sus orígenes en la ropa secular romana. La idea de que las vestiduras tuvieron un origen levítico y surgieron Clemente de Alejandría (150-215) sostenía que el clero debía usar ropa mejor que los laicos. (Para este tiempo, la liturgia de la iglesia era considerada un evento formal.)
Clemente decía que la ropa del ministro debía ser “sencilla” y “blanca”. El blanco fue el color del clero durante siglos. Aparentemente esta costumbre fue adoptada del filósofo pagano Platón, quien escribió que “el blanco era el color de los dioses”. En este sentido, tanto Clemente como Tertuliano (160-225) creían que los colores no eran del agrado de Dios.
Con la llegada de Constantino, las distinciones entre el obispo, el sacerdote y el diácono comenzaron a arraigarse. Cuando trasladó su corte a Bizancio y la renombró Constantinopla en el año 330, la vestidura romana oficial fue adoptada gradualmente por los sacerdotes y diáconos. El clero se identificaba ahora porque vestía el atuendo de los oficiales seculares.
Después de las conquistas germánicas del Imperio Romano, desde el cuarto siglo en adelante, la moda de la vestimenta secular cambió. La ropa suelta de los romanos dio lugar a las túnicas cortas de los godos. Pero el clero, deseando diferenciarse de los laicos, ¡siguió usando las vestiduras fuera de moda y arcaicas de los romanos!
El clero usó esta vestimenta pasada de moda en el culto de la iglesia siguiendo el modelo del ritual de la corte secular. Cuando los laicos adoptaron el nuevo estilo de vestimenta, el clero creyó que esta ropa era “mundana” y “bárbara”. Retuvieron lo que ellos consideraban que era una vestidura “civilizada”. Y esto fue lo que se convirtió en el atavío clerical.
Esta práctica fue apoyada por los teólogos de aquel tiempo. Por ejemplo, Jerónimo (347-420) comentó que el clero nunca debía entrar al santuario usando ropa común. Del quinto siglo en adelante, los obispos vistieron de púrpura. En los siglos VI y VII, el atuendo del clero se volvió más elaborado y costoso. Para la Edad Media, su vestimenta de la vestimenta sacerdotal judía es posterior…” Para una historia poco habitual de la vestimenta religiosa, adquirió significados místicos y simbólicos.
Surgieron ropajes especiales alrededor del siglo sexto y séptimo. Y apareció la costumbre de mantener un juego de vestimentas especiales en la sacristía para poner encima de la ropa de calle. Durante el séptimo y octavo siglos, las vestimentas fueron aceptadas como objetos sagrados heredados de la ropa usada por los sacerdotes levíticos del Antiguo Testamento. (Esto era una racionalización para justificar la práctica.) En el siglo XII, el clero empezó a vestir ropa de calle que los distinguía del pueblo.
Lo que cambió la Reforma
Durante la Reforma, la ruptura con la tradición y las vestimentas clericales fue lenta y gradual. En lugar de la vestidura del clero, los reformadores adoptaron la túnica negra del erudito. También se la conocía como la “capa del filósofo”, ya que había sido usada por los filósofos del cuarto y quinto siglo.
Fue tan predominante el nuevo atuendo clerical que la túnica negra del erudito secular se convirtió en la vestimenta del pastor protestante. El pastor luterano usaba su larga túnica negra en la calle. También usaba un “collarín” redondo en su cuello que se volvió más grande con el tiempo. Creció tanto que para el siglo XVII se lo denominaba el “collarín de piedra de molino”. (El collarín aún se usa en
algunas iglesias luteranas hoy.)
Sin embargo, es interesante que los reformadores mantuvieran la vestimenta clerical. El pastor protestante la usaba cuando administraba la Cena del Señor. Éste sigue siendo el caso hoy en la mayoría de las denominaciones protestantes. El pastor se pone su ropa clerical cuando levanta el pan y la copa. En ese momento, se muestra como quien es realmente: ¡Un sacerdote católico reformado!
El atuendo del pastor reformado simbolizaba autoridad espiritual. Usar la túnica negra demostraba el poder espiritual del ministro. Esta tendencia continuó a lo largo de los siglos XVII y XVIII. Los pastores siempre usaban ropa oscura, preferentemente negra. (Este era el color tradicional para abogados y médicos durante el siglo XVI. Era el color de los “profesionales”.)
El negro pronto se convirtió en el color de todos los ministros de cada rama de la iglesia. La túnica negra del erudito evolucionó con el tiempo hacia la “casaca” de la década de 1940. La casaca fue reemplazada luego por el traje oscuro, negro o gris, del siglo XX.
A comienzos del siglo XIX, todos los clérigos llevaban cuellos blancos con una corbata. De hecho, era considerado fuera de lugar que un clérigo apareciera sin corbata. El clero de la iglesia baja (bautistas, pentecostales, etc.) llevaba el cuello y la corbata. El clero de la iglesia alta (anglicanos, episcopales, luteranos, etc.) adoptaron el collar clerical, denominado a menudo “collar de perro”.
El origen del collar clerical se remonta al año 1865. No fue un invento católico, como se cree popularmente. Fue inventado por los anglicanos. Tradicionalmente, los sacerdotes de los siglos XVIII y XIX usaban casacas negras (prendas hasta el suelo con cuellos levantados) encima de una vestimenta blanca (a veces denominada alba).
En otras palabras, usaban un collar negro con blanco en el medio. El collar clerical era simplemente una versión removible de este collar. ¡Fue inventado para que los sacerdotes, tanto anglicanos como católicos, pudieran ponérselo encima de su ropa de calle y ser reconocidos como “hombres de Dios” en cualquier lugar!
Hoy, el traje oscuro con corbata es el atuendo clerical de la mayoría de los pastores protestantes. ¡Muchos pastores preferirían morir antes que los vieran sin traje! Suele usarse cuando el pastor aparece en eventos públicos no religiosos. Algunos pastores protestantes usan el collar clerical también, en caso que la gente se olvide de que es “un hombre de Dios”.
Una vez me invitaron a predicar a una congregación que era sumamente estricta en que el predicdor se presentara de traje y corbata. Cumplí con lo solicitado, pero mi mensaje fue apuntado a demostrar que la unción del Espíritu Santo no mora en una corbata, que por otra parte es un accesorio de origen militar y, por consecuencia casi natural, de estirpe masónica.
¿Son dañinas las vestimentas clericales?
Un clero con ropa especial es una afrenta a los principios espirituales que gobiernan la casa de Dios. Es un golpe al corazón de la iglesia, porque separa al pueblo de Dios en dos clases: “profesionales” y “no profesionales”.
Como vestirse bien para ir a la iglesia, la vestimenta clerical –sea el atuendo elaborado del ministro de la “iglesia alta” o el traje oscuro del pastor evangélico– tiene sus raíces en la cultura mundana. La vestidura distintiva del clero se remonta al cuarto siglo, cuando los clérigos adoptaron la vestimenta de los oficiales romanos seculares.
El Señor Jesús y sus discípulos eran ajenos a la idea de usar ropa especial para impresionar a Dios o para distinguirse del pueblo de Dios. Usar un atuendo especial para propósitos religiosos era, más bien, una característica de los escribas y fariseos.
Y ni el escriba ni el fariseo pudieron escapar de la mirada penetrante del Señor cuando dijo: “Cuídense de los maestros de la ley. Les gusta pasearse con ropas ostentosas y les encanta que los saluden en las plazas, y ocupar el primer puesto en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes”. Lucas 7:25; 2 Corintios 8:9.
Parece que la mejor ropa que tuvo Jesús mientras estuvo en la tierra fue una que recibió en tono de burla, en Lucas 23:11. Recuerde que el Hijo del Hombre entró en esta tierra, no con vestidura real sino envuelto en pañales (Lucas 2:7). Note que Juan el Bautista es el caso más extremo de quienes no buscaban impresionar a Dios con su vestimenta (Mateo 3:4). Mateo 23:5, Marcos 12:38. Lucas 20:46.
Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo.
Pablo de Tarso
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